Dicen las crónicas de la Iglesia Católica que el Papa Gregorio XI ordenó el 8 de agosto de 1371 a sus inquisidores condenar los siguientes errores sobre la santísima eucaristía, perpetrados por Pedro de Bonageta y Juan de Latone:
Dicen las crónicas de la Iglesia Católica que el Papa Gregorio XI ordenó el 8 de agosto de 1371 a sus inquisidores condenar los siguientes errores sobre la santísima eucaristía, perpetrados por Pedro de Bonageta y Juan de Latone:
1. Si la hostia consagrada cae o es arrojada a una cloaca, al barro o a un lugar torpe, aun permaneciendo las especies, deja de estar bajo ellas el cuerpo de Cristo y vuelve la sustancia del pan.
2. Si la hostia consagrada es roída por un ratón o comida por un bruto, permaneciendo aún dichas especies, deja de estar bajo ellas el cuerpo de Cristo y vuelve la sustancia del pan.
3. Si la hostia consagrada es recibida por un justo o por un pecador, cuando la especie es triturada por los dientes, Cristo es arrebatado al cielo y no pasa al vientre del hombre.
A propósito del cura Fernando Lugo, el impoluto referente de la teología de la liberación y del socialismo del siglo XXI, cabría plantear razonamientos similares a los de Bonageta y Latone, de tal suerte a intentar vulnerar el autismo de sus seguidores. Un “error” tentativo podría ser:
“Si un referente moral demuestra ser un personaje sin integridad, que no respetó nunca las normas de su iglesia como el celibato, embarazó a varias mujeres a las que dejó abandonadas con hijos a cuestas, y hoy no se hace cargo de ello dejando abandonados a sus hijos, el halo de seriedad y virtuosismo que lo envuelve se esfuma”.
Desgraciadamente, la ceguera en la que han caído los impolutos por amor al zoquete es tan aguda como el bochorno en el cual se encuentran sumergidos, con la constante aparición de su líder el cura en las galerías de pervertidos, depravados y enfermos mentales a raíz de los escándalos como los de Dominique Strauss Kahn o Arnold Schwarzenegger.
La galería de impolutos
Obviamente, Fernando Lugo no está solo en el fango, y lo acompañan varios de los pundonorosos y austeros humanistas que otrora se decían susceptibles de la imagen deplorable del Paraguay.
Por ejemplo, la ministra de la función pública Lilian Soto era una implacable fiscal de los corruptos y abusadores del poder, a quienes condenaba y denunciaba a los cuatro vientos y con toda la fuerza de su desagradable voz. Hoy apenas si se ha convertido en una abogada del nepotismo y la incapacidad en la función pública de los parientes de su jefe, el cura con hijos Fernando Lugo, quien la nombró en un puesto violando las leyes.
Otro ejemplo digno de mención es el de Carlos Filizzola, otrora defensor de causas nobles, quien hoy ejerce de alcahuete de un cura pederasta, abusador de niñas pobres, que condenó a sus propios hijos a vivir como niños de la calle.
Otro impoluto de más reciente consagración, el “ministro con permiso” Camilo Soares, se encuentra revolcándose en el fango de los procesos judiciales por corrupción en la secretaría a su cargo, instrumentando al politizado y corrupto poder judicial que tantas veces criticó para salvar el pellejo.
En la misma incómoda posición se encuentran personajes como Héctor Lacognata, Liz Torres, Esperanza Martínez, Miguel Angel López Perito, Rafael Filizzola, Gloria Rubin y otros tantos que en su avidez de cargos y zoquetes aceptaron integrar el elenco estable del escandaloso cura.
No se puede olvidar en esta comparsa a la tribu de Humberto Rubin, cuyo hijo Leo se alzó con la friolera suma de 430 mil dólares para divertirse organizando un encuentro de caciques truchos, elementos de las ONG que reciben fuertes sumas de Europa para mantener a estos pueblos alejados de la modernidad, en verdaderos zoológicos humanos.
O al dueño de la verdad Aldo Zucolillo, sobornado con 2000 mil millones por el chavismo bolivariano que tanto condena, según denunció hace poco el mismo Sindicato de Periodistas del Paraguay.
Demás está decir que todo este elenco de impuros se pasó décadas ejerciendo en Paraguay de examinadores de pureza y fiscales incorruptibles de sus compatriotas, a quienes siempre trataron con menosprecio.
No sin razón advertía Machado que los que siempre están de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte.
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