Mientras el cura Fernando Lugo incentiva la mas infame fiesta del machismo, los concursos de belleza, la violencia de género causa alarma en el Paraguay
Es bien sabido que los concursos de belleza son una pequeña muestra de la sinrazón del mundo en que vivimos –clasista, machista, blancocentrista, mercantilizado, dominado por poderes que generan una cultura superficial y ramplona– en un mundo patriarcal donde las mujeres siguen funcionando como objeto para los varones, ratificándose el estereotipo femenino retrógrado.
Resulta por lo tanto curiosa la fascinación que ejerce este tipo de certámenes sobre un personaje en su momento presentado como virtuoso teólogo de la liberación tercermundista, el cura Fernando Lugo, quien abandona con frecuencia los asuntos de estados para recibir a estas mujeres convertidas en objeto, tal como lo hizo en la semana pasada.
“Lugo recibió a Miss Paraguay” fue una de las noticias más importantes para algunos medios paraguayos hace unos días, los cuales aprovecharon la circunstancia para publicar los “elogiosos conceptos” vertidos por la mujer-objeto con respecto al cura con hijos.
No es extraña la maniobra mediática, considerando que una reina de belleza no es mucho más que un objeto que vende y se deja vender, un simple adorno que posa sonriente al lado de gobernadores, presidentes y cuya voz y opinión, junto con sus fervientes deseos nobles y altruistas, no son más que un hueco eco en el vacío.
Auge de la violencia de género
Pero mientras Lugo apela a este tipo de maniobras chabacanas para repuntar su alicaída popularidad, la violencia de género en Paraguay se dispara. Bajo el gobierno de Fernando Lugo y bajo la gestión de su ministra Gloria Rubin, el machismo cobró mayor auge en el Paraguay, según cantan las cifras.
En el 2010 se registraron en nuestro país un total de 2.030 denuncias de violencia contra la mujer. De ese total, 410 denuncias fueron por violencia física, 861 por violencia psicológica, 642 por cuestiones económicas y 177 por violencia sexual. Esto equivale a 5 agresiones por día.
Sin embargo, debemos asumir que estas denuncias no expresan ni agotan la realidad de la violencia contra la mujer, ya que la mayoría de las mujeres víctimas de situaciones de violencia no se animan a realizar denuncias por diversas causas.
Según la ONU la violencia contra la mujer ha tomado visos de pandemia. Los datos de octubre de 2010 nos dicen que el 59% de las mujeres “sufren diferentes tipos de violencia: física, sexual, psicológica y económica, dentro y fuera de sus casas”, señala EL SOCIALISTA, vocero del Partido de los Trabajadores.
En el Paraguay gobernado por un cura, que ha regado con hijos no reconocidos todo el Paraguay y se ha convertido en ícono del “machismo con compromiso popular”, día a día aumenta la misoginia emblematizada por el obispo libertino y polígamo, ante la bochornosa inoperancia de Gloria Rubin. Evidentemente, la ministra se preocupa más en llevar las ganancias de la publicidad oficial a los medios que maneja su familia antes que en encontrar soluciones a la grave situación.
Ser pobre y ser mujer
Decía Carmen Soler en su recordado poema que “Son penas muy encimadas el ser pobre y ser mujer”, algo que en Paraguay es fácil constatar bajo un gobierno machista que ha denigrado y feminizado la pobreza.
A las penas encimadas se añade el aumento de los casos de violencia misógina.
Señala en su documento el PT que “En general, en los casos de violencia contra la mujer, ella pasa a ser culpada por la violencia que sufrió. “Algo tuvo que haber hecho”; “qué clase de mujer era”; “no hacía bien sus deberes”; “no le faltaba nada, vivía de lujo”; o, tenía tal o cual comportamiento reprochable para la sociedad. Estas expresiones y reacciones ponen de manifiesto que vivimos en una sociedad que apaña y justifica la violencia machista, y la consecuencia es que la mayoría de los casos no avanzan o terminan en el opá reí.
La víctima termina siendo víctima no sólo del agresor, sino de las instituciones y de toda la sociedad. La justificación es el camino para la impunidad y sólo lleva a más machismo.
En general, en nuestro país reina la impunidad, pero ésta es más alevosa y descarada en los casos que atañen a la mujer, e infinitamente peor cuando la mujer es pobre.
La violencia contra la mujer se da en todas las clases sociales, pero las posibilidades de liberarse de la agresión de las mujeres de la clase trabajadora es más dificultosa, por la falta de empleo, de guarderías, de lugares de albergue y atención psicológica, y de múltiples formas de vulneración de sus oportunidades y derechos.
Nuestro país necesita mecanismos legales e instituciones más adecuadas para responder a este flagelo.
Desde el PT llamamos a organizarnos y exigir al Estado que garantice las condiciones necesarias para la liberación de las mujeres de todo tipo de situación que la oprima”.
Aumento de los casos
El asesinato de Sonia Vera, por parte de su esposo Adolfo Trotte, con el cual llevaba 22 años de casada, y gran parte de las reacciones que se dieron con relación al hecho, exponen de la manera más cruel el machismo existente en nuestra sociedad.
Sin dudas este no es un hecho aislado, muy por el contrario, responde al “típico caso” de violencia hacia la mujer que termina en muerte. El mismo machismo fue responsable de otros tres feminicidios la semana pasada: Gloria Carrera (Salto del Guairá), Sara Rotela (Pedro Juan Caballero), Edilaine Flecha (CDE).
No es extraño este auge de misoginia y violencia de género en un país que desde el gobierno y el oficialismo ha justificado la pederastia clerical, el estupro y la violación con discursos saturados de abyección hacia la mentalidad machista.
Paraguay, el último país de Latinoamérica en conceder el sufragio femenino, sigue anclado en el pasado de las botas y sotanas, mal que les pese a los alabarderos del clerofascismo que alcanzaron el poder colgados de la sotana del cura Fernando Lugo. LAW
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