Al ser anunciada que Guiness entregará certificado de su récord a José Luis Chilavert, el legendario portero hizo público el ostracismo al que lo condena el poder político de Paraguay
Advertía Jean Paul Sartre que en el fútbol todo se complica por la presencia del equipo adversario. El laureado filósofo francés también advertía en su crítica de la razón dialéctica que cuando un guardameta evitaba varias veces la caída de su equipo con acciones individuales, se extralimitaba en su poder en una práctica creativa.
Si hubo alguien que superó todos los límites en ese sentido, fue José Luis Chilavert.
El laureado escritor paraguayo Augusto Roa Bastos calificó alguna vez a José Luis Chilavert como “el señor de los estadios” y quienes residimos en Argentina durante la década de 1990 podemos dar fe de tal señorío. Un aficionado argentino al fútbol me confió una vez: “ustedes tal vez no lo dimensionen, pero Chilavert cambió la imagen del paraguayo en la Argentina”.
Y era verdad. De ser los cabecitas negras más incultos y despreciados de la comunidad extranjera, los paraguayos que residíamos en Argentina nos sentíamos en un pedestal y nos henchíamos de orgullo cuando uno de los nuestros brillaba como el mejor guardameta del mundo, y lo hacía en el fútbol argentino. El mismo fútbol que hasta hace poco tenía como al máximo goleador de todos los tiempos a Arsenio Erico, y a quien el chauvinismo futbolero desbancó hace poco con un gol reconocido después de más de medio siglo, a través de unas antiguas fotos sepia y borrosas de los años 40.
Un comentarista deportivo argentino dijo alguna vez que valía la pena pagar el precio de varias entradas para ver un partido de fútbol, si entre los protagonistas se contaba a José Luis Chilavert.
Récord Guiness
Mientras en Paraguay la politiquería lo margina, el Guinness World Récords desea entregarle a Chilavert un certificado registrado en 1999, por el mayor número de goles marcados por un golero en un solo partido.
El juego, entre Vélez Sarsfield y Ferrocarril Oeste, se disputó el 22 de noviembre de 1999 y culminó con el marcador (6-1) a favor del primer equipo. En aquel encuentro, Chilavert marcó un triplete (45, 75 y 83).
Con sus tres conquistas, el guardameta se adjudicó un Récord Guinness por el mayor número de goles marcados por un arquero en un solo partido. Sin embargo, el certificado nunca llegó a manos de Chilavert, por lo que la institución británica desea entregarle el reconocimiento, según confirmó Ralph Hannah, adjudicador de Guinness World Records para América Latina.
Chilavert fue capitán de la selección paraguaya y de Vélez Sarfield; equipo con el cual ganó un la Copa considerada como del mundo a nivel de clubes, al vencer al Milan Italiano en 1994.
Marcó 45 goles de penal y 17 en el campo, entre jugadas y tiros libres. Su gol para la selección paraguaya jugando contra Argentina en Buenos Aires, el primero de setiembre de 1996, lo catapultó a la leyenda para sus compatriotas(ver http://www.youtube.com/watch?v=M0PFfhxAcqU)
Como el célebre Mohamed Alí, que pronosticaba el round en el cual noquearía a su rival, durante toda la semana previa, Chilavert se pasó profetizando a través de todos los medios argentinos que le haría un gol de tiro libre al arquero argentino Burgos.
Cuando se produjo la infracción al borde del área para el tiro libre anunciado, todo el estadio empezó a sentir la vibración del gol, incluida la hinchada argentina que perdió el aliento y el enjambre de reporteros gráficos que premonitoriamente, se atrincheró tras el arco argentino.
Como si fuera una profecía de las escrituras védicas, a pesar de que el disparo resultó algo débil y encontró en buena posición al guardameta argentino, hizo una extraña parábola tras rebotar a centímetros de Burgos que fue superado y así sacudió la red, para que estalle la euforia paraguaya.
Ostracismo del gladiador
Sin pelos en la lengua cuando se trata de desafiar, Chilavert nunca cayó bien en el mundillo político paraguayo, que decidió distinguir a otros futbolistas y a un tenista, también muy destacado pero exponente de un deporte mucho más elitista, con motivo del bicentenario de la indepencia nacional.
Sobre el premio de deportista del bicentenario entregado a Víctor Pecci, Chilavert señaló “Fue un despropósito , no es nada contra él. Yo fui nombrado dos veces como el mejor del mundo. Gané todo. Lo único que no gané fue el campeonato mundial con la selección de Paraguay. Él (Pecci) no llegó nunca a ser número uno”
El premio fue para el destacado tenista, que brilló en el mundo del tenis, aunque ese deporte era y sigue siendo en Paraguay el pasatiempo de una minoría oligárquica, que como símbolo de status habilita canchas de ese deporte en su propia casa en los opulentos barrios para ricos de Asunción.
Decía con humor el escritor paraguayo Helio Vera que muchos de estos miembros del establishment paraguayo habían pasado del pasatiempo de la riña entre tarántulas (popular en el interior del Paraguay) a poseer su propio Wimbledom. Chilavert, cuyas declaraciones nunca son amables para el poder de turno, calificó de “trasnochados” a estos politiqueros y disparó contra el “amiguismo” a la hora de entregar galardones en Paraguay.
Ya lo advertía William Shankly, mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte, pero es mucho más importante que eso. LAW
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